Erradicar el hambre y la mala nutrición
Por José Graziano Da Silva, Reforma
Feb 28, 2013, 12:00
De
vez en cuando sucede algo que puede tener un impacto fundamental en la
humanidad pero pasa prácticamente desapercibido en su momento. Un evento de
estas características sucedió en diciembre en Roma. El Consejo de la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
decidió que su objetivo ya no debe ser simplemente reducir el hambre, sino
directamente erradicar el hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición.
El siguiente paso será la confirmación de este cambio por la Conferencia de la
FAO en junio.
Durante
los últimos 12 años, el Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de reducir a
la mitad el hambre para el año 2015 ha sido el principal motor de la reducción
del hambre. La proporción de personas hambrientas en los países en desarrollo
ha disminuido del 23.2 por ciento en 1990-92 al 14.9 por ciento actual. Sin
embargo, este descenso se debe más a un aumento de la población mundial que a
la ligera reducción en el número real de personas hambrientas, desde
aproximadamente 980 millones a 852 millones en la actualidad.
Un
objetivo de "reducción a la mitad" tiene poco atractivo político e
implícitamente condena a la mitad excluida a una vida al margen de la sociedad,
expuesta a la enfermedad y la muerte prematura. Por el contrario, como ha
demostrado la estrategia Hambre Cero de Brasil, la adopción de una meta
absoluta de erradicación del hambre es un medio poderoso para galvanizar a los
departamentos gubernamentales en una acción coordinada a gran escala y de
movilizar a la sociedad en su conjunto en un verdadero esfuerzo nacional para
poner fin a una de las mayores injusticias de nuestro tiempo.
Es
muy cierto que cada vez será más difícil -aunque no imposible- satisfacer la
creciente demanda mundial de alimentos y hacerlo de manera sostenible. Se debe
producir más comida utilizando tecnologías que no dañen los recursos naturales
que las futuras generaciones necesitarán para alimentarse, que no impulsen los
procesos de cambio climático que afectan a los agricultores, y que no aceleren
la desintegración del tejido de la sociedad rural.
La
tasa de crecimiento de la población será mucho más lenta que en los últimos 50
años, hay mucho margen para reducir las grandes cantidades de alimentos que
ahora se desperdician, y, es más, a medida que aumenten sus ingresos, se podrá
persuadir a la gente para que adopte dietas más sanas y respetuosas con el
medio ambiente. El doble lastre de la malnutrición -el hambre que coexiste con
obesidad, diabetes y otras enfermedades relacionadas con la sobrealimentación-
nos demuestra la importancia creciente de reequilibrar la dieta a nivel mundial.
El
problema es que el hambre persiste a gran escala, por lo que nuestro enfoque debe
cambiar para garantizar el acceso universal a una alimentación adecuada. Esto
tiene que ser una prioridad absoluta para los gobiernos y un objetivo aceptado
por la ciudadanía en su conjunto.
Romper
el círculo vicioso del hambre y la desnutrición requiere complementar el
enfoque en la agricultura y el desarrollo rural, (más del 70 por ciento de la
población que sufre inseguridad alimentaria vive en las zonas rurales de los
países en desarrollo) con la inversión en otros servicios sociales y políticas productivas,
incluyendo transferencias financieras modestas, pero predecibles, para las
familias más pobres. Con las políticas adecuadas, el incremento de la demanda
de alimentos creada por estas transferencias, por los programas de comidas
escolares y los suplementos nutricionales para las madres y los lactantes,
pueden crear para los pequeños agricultores oportunidades de aumentar su
producción y mejorar así sus medios de vida.
El
pasado junio, el Secretario General de la ONU puso en marcha el Desafío Hambre
Cero en la Conferencia Río +20 para el Desarrollo Sostenible. La FAO ha
aceptado este reto y ha fijado sus miras formalmente en la erradicación del
hambre. Tengo confianza en un aumento progresivo del número de gobiernos que se
comprometan a avanzar hacia la erradicación del hambre y la desnutrición dentro
de sus fronteras, y a ayudar a otros países a hacer lo mismo. Ha
llegado el momento de que el mundo ponga su mira en la erradicación del hambre,
de una vez por todas.
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