El sector agrícola en México es fundamental para la producción de alimentos y también para el desarrollo de sus comunidades. En la manera en cómo el Gobierno defina su política pública es la forma en cómo se definirá su futuro.
Y una parte prioritaria de este proceso son los recursos que la administración pública asigna a los sectores productivos,
que lo requieren para seguir haciendo lo que saben hacer.
Y lo que ahí definan es lo que dará estabilidad para los siguientes ciclos agrícolas, pues los productores necesitan de certezas para organizarse con los cultivos.
Por eso, es importante que los legisladores federales escuchen a los sectores productivos, en este caso, a las oleaginosas, tanto de organizaciones que se caracterizan por la fuerza de su agrupación, como de pequeños productores que muchas veces emprenden sus siembras con muchas desventajas.
Sin duda, una de sus prioridades será la de reforzar las áreas en las que tiene más fortalezas, pero también se debe apostar a cultivos que sean más eficientes en el uso de agua y que den los rendimientos necesarios para el productor.
Este Comité Nacional está convencido que nuestro campo debe ser fundamental en la política pública de México y hasta ahora, su producción ha seguido una inercia que obedece más a la capacidad de organizarse, y financiarse, de los productores, que a una política de estado clara que pretenda potencializar lo que el país ya tiene.
Si esta tarea se sigue postergando, de la agricultura se seguirá hablando de las zonas altamente productivas, y exitosas, y de los grupos y regiones altamente rezagados, y eso, no conviene a México ni a ninguna de sus entidades.