Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, México, Estados Unidos y Canadá confirmaron su compromiso de promover el empleo y el crecimiento económico, mediante la expansión del comercio y de las oportunidades de inversión; así como, aumentar la competitividad internacional de las empresas, todo ello, aunado a la protección del medio ambiente.
En el ámbito comercial, 23 años después, el TLCAN ha favorecido la integración y complementariedad regional ya que las importaciones de granos (maíz amarillo, sorgo) y oleaginosas (soya) que complementan la demanda nacional garantizan el abasto de insumos para la agroindustria mexicana y se constituyen un insumo esencial para la producción y exportación de ganado en pie y cárnicos y de otros productos de mayor valor agregado. En este ámbito, la apertura permitió el acceso de insumos competitivos para la producción nacional.
Las exportaciones de oleaginosas de Estados Unidos a México, significan 6 mil 200 mdd cada año, de un total de 24 mil mdd en productos agroalimentarios. Por esta razón, los productores agrícolas estadounidenses, en especial de soya, han solicitado al presidente Donald Trump, mantener y modernizar el TLCAN que ha permitido que la industria alimentaria llegue a ser una industria ‘eficiente e innovadora’. A través de un documento, firmado por varias asociaciones de granos y oleaginosas, los productores agrícolas enfatizan que el libre acceso a los mercados de exportación de América del Norte son de vital importancia.
En lo que respecta a nuestro país, frente al escenario de incertidumbre que existe en torno al futuro de la renegociación del TLCAN bajo la administración Trump, el gobierno de México debe aprovechar este complicado escenario internacional para crear oportunidades y reorientar las políticas alimentarias y agrícolas actuales sin poner en riesgo el abasto de insumos para la agroindustria nacional; en específico, llevar a cabo estrategias de apoyo más eficientes y benéficas para los productores, así como impulsar proyectos de reconversión productiva, por ejemplo hacia cultivos oleaginosos que contribuyen no sólo a sustituir importaciones, sino a ahorrar agua y a una utilización de los recursos del presupuesto federal más eficiente.
Desde el punto de vista de nuestro Comité, la revisión del TLCAN es una gran oportunidad para encontrar estrategias de impulso a la producción interna en apoyo a grandes y pequeños agricultores.
Sin duda, para el gobierno mexicano, el campo debe ser prioridad, por lo que es necesario actualizar las políticas económicas del sector, que significa reordenarlo a favor del mercado interno, orientar la producción agrícola con base en la rentabilidad del cultivo, como punto de partida para el fortalecimiento de las cadenas agroindustriales nacionales.
