La necesidad para la producción de colza canadiense surgió a principios de 1940, debido a la escasez de aceite de colza causada por el bloqueo durante la Segunda Guerra Mundial de las fuentes europeas y asiáticas de este producto. El aceite se necesitaba con urgencia para usarse como lubricante en un gran número de motores a vapor de los barcos navales y mercantes. Antes la colza se cultivaba en Canadá sólo en pequeñas parcelas de investigación en campos agrícolas experimentales y estaciones de investigación.
La canola fue desarrollada en Canadá a partir de la colza, mejorando sus cualidades nutritivas. La canola es una variante dentro de las especies Brassica napus y B. rapa, conocidas comúnmente como colza, mostaza o nabo aceitero, la cual fue mejorada genéticamente para reducir el contenido de ácido erúcico en el aceite y de glucosinolatos en la pasta, para ser aprovechada en la alimentación humana y animal. En 1978, la Industria Canadiense del Nabo adoptó el nombre de Canola (Canadian Oil Low Acid), que se define como un aceite que debe contener menos de 2% de ácido erúcico y la pasta, menos de 30 micromoles de glucosinolatos por gramo de pasta (fuente: Canola Council of Canada).
La canola es un cultivo de clima templado, cuyo mejor desarrollo ocurre entre los 12 y 30° C, con un óptimo de 21° C y una temperatura mínima de 5° C, a la cual se detiene el desarrollo. De la emergencia hasta la floración se requieren temperaturas frescas. El rango de temperatura óptimo para el mayor desarrollo de área foliar se ha estimado de 13 a 22° C (media de 17° C). La canola presenta tolerancia a bajas temperaturas y granizo, sobre todo durante la fase vegetativa del cultivo e inclusive en floración; se adapta a distintos tipos de suelos, aunque los ideales son los francos, franco arcillosos, franco arenosos, profundos y de buena permeabilidad. Los mayores rendimientos se dan cuando se mantiene el suelo a un mínimo de 50% de humedad aprovechable en la zona radical del cultivo, lo cual se logra con una lámina de 45 a 55 cm, aunque ésta puede ser menor (32 a 35 cm) en suelos de mayor capacidad de retención de humedad. Es resistente a sequías prolongadas y logra una muy buena recuperación una vez que el estrés es revertido.
En México, es a partir del 2000 en que se tienen registros de siembra de canola, las superficies sembrada y cosechada de esta planta exhibieron una tendencia ascendente hasta el 2006, cuando se reportaron 5,608.5 hectáreas sembradas. En el 2009, la superficie sembrada alcanzó el máximo histórico de 12,511.9 hectáreas, pero en ese año se siniestró 82.6% de la superficie y sólo se lograron cosechar 2,181.1 hectáreas.
El promedio histórico de superficie sembrada del 2010 al 2012 es del orden de las 5,760 ha, correspondiendo 24% al ciclo otoño-invierno y 76%, al ciclo primavera- verano. Las entidades relevantes en la producción de canola para este ciclo son el estado de México, Tlaxcala, Guanajuato y Zacatecas, donde se obtiene 84% de la producción nacional en este ciclo, mientras que la entidad relevante para el otoño-invierno lo es sin duda Tamaulipas, en donde se obtiene 97% de la producción nacional para este ciclo.
El rendimiento nacional de canola por hectárea es de 1.69 toneladas; los rendimientos más altos de producción por hectárea para ambos ciclos se registran en el Estado de México y Michoacán, de 2.5 t/ha en el PV y de 3.0 t/ha en el OI.
El volumen de producción de canola para el periodo 2007-2012 ha sido del orden de las 4,245 toneladas (t), lo que significa un volumen muy bajo con respecto a la demanda nacional de esta oleaginosa. El volumen promedio de importaciones ha sido de 1.35 millones de toneladas por año; sin embargo, para los últimos tres años este volumen ha ido en aumento hasta las 1.54 millones de toneladas en el 2011. Los precios de la canola importada para este mismo periodo han fluctuado desde los 426 a los 682 dólares por tonelada de canola importada, registrándose durante los últimos tres años un incremento de más de 38 por ciento. En el 2012, la inversión realizada para estas importaciones fue del orden de los 935 millones de dólares para un volumen de 1.46 millones de toneladas.
Si pensáramos en sustituir este volumen de importación, con base en el promedio nacional de rendimiento de 1.69 t/ha., se requerirían de una superficie del orden de las 915.0 mil hectáreas (ha) sembradas de canola. En el país existen grandes zonas con características geográficas y climáticas apropiadas para la siembra de canola; éstas pueden estar sujetas con frecuencia a estrés hídrico provocado por una insuficiente humedad del suelo durante ciertos periodos a causa de las escasas y erráticas precipitaciones que se presentan durante el desarrollo de los cultivos de otoño-invierno, así como al mal uso y manejo de agua de riego.
De acuerdo con un estudio realizado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) sobre el “Potencial productivo de especies agrícolas de importancia socioeconómica en México”, en el país se cuenta con 2.8 millones de hectáreas con un potencial alto para la producción de canola, y sobresalen las entidades como el Estado de México, Michoacán, Puebla, Jalisco, Tlaxcala, Hidalgo y Guanajuato, con 79% de la superficie de alto potencial. El INIFAP ha realizado estudios de validación en diferentes partes del país en donde ha encontrado variedades que superan en casi el doble el rendimiento promedio nacional, así como también para algunas regiones del noreste ha liberado variedades como la Ortegón y Canorte 2010, con buen rendimiento y comportamiento.
Hoy día, en México, existe una carencia de una oferta suficiente en la producción nacional de semillas oleaginosas, contamos las zonas agroecológicas con alto potencial productivo, se cuenta con variedades y tecnología para la producción de canola, se cuenta con recursos de apoyo y financiamiento para esta actividad. La pregunta es qué nos hace falta para ser un país menos dependiente.