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Criterios para el manejo de la fertilización del cultivo de la soya

Jun 30, 2008, 10:00

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1. Manejo de la nutrición y fertilización de soya

Si bien las técnicas de manejo han mejorado en los últimos años (variedades, fechas de siembra, control de malezas, cosecha, etc.), el uso de fertilizantes en soya ha sido muy escaso.

1.1. Deficiencias nutricionales y respuestas a la fertilización

Nitrógeno

Si bien la soya presenta requerimientos muy elevados de N, una gran parte de este requerimiento es cubierto, vía fijación biológica de N (FBN), a través de la simbiosis soya - Bradyrhizobium. Por lo tanto, la inoculación de la semilla es una práctica indispensable, y de bajo costo, para lograr una adecuada provisión de N para el cultivo. Díaz Zorita (2004) determinó respuestas promedio a la inoculación de 806 kg/ha en 21 lotes sin historia de soya y de 342 kg/ha en 28 lotes con historia previa de soya.

Las experiencias con fertilizaciones durante el período reproductivo, destinadas a proveer N durante el llenado de grano cuando la actividad de los nódulos disminuye, han mostrado resultados variables según la oferta de N del suelo, el estado y crecimiento del cultivo y el rendimiento obtenido (Wesley et al., 1998; Scheiner et al., 1999; Ventimiglia et al., 1999).

Fósforo

La respuesta de los cultivos a la fertilización fosfatada depende del nivel de P disponible en el suelo, pero también es afectada por factores del suelo, del cultivo y de manejo del fertilizante. Los niveles críticos de P en suelo, aquellos por debajo de los cuales se observan respuestas significativas a la fertilización, son menores para soya que para otros cultivos tales como alfalfa, trigo y maíz. Esta diferencia ha sido atribuida, entre otras causas, a cambios generados en el ambiente rizosférico del cultivo y al alto costo energético de los granos de soya (aceite + proteína).

Azufre

En los últimos años se han observado respuestas a la fertilización azufrada, las respuestas se observan principalmente en suelos degradados, con muchos años de agricultura continua (especialmente soya), y con historia de cultivos de alta producción con fertilización nitrogenada y fosfatada, y en suelos arenosos de bajo contenido de MO. Estas respuestas han sido observadas tanto en cultivos de siembra de primera con aplicaciones directas, como en cultivos de segunda con aplicaciones de S en el cultivo antecesor, generalmente trigo.

Un factor de importancia, aparte de los ya conocidos errores en el análisis de suelos y las bajas cantidades de S necesarias para cubrir la demanda del cultivo, es la presencia de sulfatos en el agua de napas superficiales. Algunas redes de ensayos han permitido determinar umbrales críticos de S-sulfatos a 0-20 cm de profundidad en pre-siembra, con valores generalmente cercanos a 10 mg/kg S-sulfatos, por debajo de los cuales la respuesta es altamente probable. Otra alternativa, actualmente en evaluación, es la caracterización de sitios deficientes determinando la concentración de S en grano del cultivo anterior.

Las dosis de S recomendadas varían, según el nivel de rendimiento esperado y la historia agrícola del lote, entre 10 y 15 kg/ha de S en soya de primera y entre 15 y 20 kg/ha de S en aplicaciones en trigo para el doble cultivo trigo/soya.

Otros nutrientes

Las experiencias realizadas en los últimos años no han mostrado respuestas consistentes y/o generalizadas a la aplicación de otros nutrientes más allá de P y S. Los nutrientes “no convencionales” (otros nutrientes que no sean N, P y S) que han demostrado mayores posibilidades de respuesta en soya son boro (B), calcio (Ca), magnesio (Mg), molibdeno (Mo) y cobre (Cu).

La intensificación de la agricultura ha resultado en la disminución de los niveles de bases (calcio, magnesio) y pH en algunos suelos, especialmente en el Norte de la región pampeana, con respuestas significativas a la aplicación de enmiendas calcáreas y/o dolomíticas en alfalfa y soya. Se han determinado bajos niveles de B, cinc (Zn) y Cu en suelos y plantas de girasol, maíz y trigo. De estos tres elementos, B y Cu serían los primeros a considerar para el cultivo de soya. Otros trabajos han demostrado la importancia de una adecuada nutrición con Mo y cobalto (Co) y respuestas en rendimiento cuando estos nutrientes se aplicaron con la semilla y el inoculante.

1.2. Aplicación de fertilizantes

En cuanto a la forma de aplicación de fertilizantes, sería recomendable evitar la aplicación junto con la semilla, dada la susceptibilidad de la soya y, en particular, de las bacterias de los inoculantes aplicados sobre la semilla a los efectos fitotóxicos generados por la disolución de los fertilizantes (salinidad, pH, amoníaco). Estos efectos sobre la semilla y las bacterias dependen del fertilizante utilizado, y el tipo y la humedad del suelo. Los fertilizantes deberían colocarse a unos 3-5 cm de la línea de siembra. Experiencias realizadas en los últimos años en Iowa (EE.UU.) y en Argentina, indican que la aplicación de fertilizantes fosfatados al voleo bajo siembra directa con una anticipación de al menos 60-90 días a la siembra de la soya, puede resultar en respuestas similares a las obtenidas con aplicaciones en línea a la siembra. Las aplicaciones de fertilizantes azufrados al voleo son eficientes dada la movilidad del anión sulfato en el suelo.

La amplia disponibilidad de fertilizantes con P y S bajo formas simples o mezclas físicas y químicas en el mercado argentino facilita la toma de decisión acerca de la elección de la fuente, forma y momento de aplicación, siendo el costo por unidad de nutriente aplicada un factor de importancia en este aspecto.

Un párrafo especial merece la amplia difusión de distintas fuentes de yeso (sulfato de calcio) en los últimos años. Debe considerarse que el sulfato de calcio presenta un comportamiento similar a las otras fuentes de S en forma de sulfato si la presentación del producto es en tamaños de partícula pequeños ya que su solubilidad es menor que la de otras fuentes de sulfatos. Por otra parte, se debe ser muy cuidadoso al decidir la compra de un yeso, ya que en muchos casos estos productos presentan impurezas no deseables.

2. El manejo nutricional de la soya y la fertilidad de los suelos

La expansión de la soya y la reducida aplicación de fertilizantes en el cultivo han generado balances negativos para los nutrientes del suelo, con la consiguiente degradación de la fertilidad de los suelos.

Debe tenerse en cuenta que el aporte vía FBN en soya no siempre resulta en un balance positivo de N para el suelo. Para producir un rendimiento de 4000 kg/ha, la soya debe absorber 320 kg/ha de N de los cuales exporta aproximadamente 240 kg/ha de N. Si consideramos un aporte de 50% del N total acumulado vía fijación simbiótica, es decir 160 kg/ha de N, la extracción neta de N del suelo (suministrado por el N disponible a la siembra y/o mineralizado a partir de la fracción orgánica) sería de 80 kg/ha de N. La disminución del N del suelo implica la caída de los niveles de MO del suelo considerando que la MO es la principal reserva de este nutriente en el suelo (95-99% del N total). La reposición de N al suelo debería realizarse en otro cultivo ya que en soya pretendemos maximizar la FBN.

El manejo de la fertilización del doble cultivo trigo/soya constituye un excelente ejemplo en cuanto a los efectos del manejo previo de la fertilidad del suelo sobre el cultivo de soya. Numerosas evaluaciones realizadas en los últimos años han demostrado que la fertilización con P y S para trigo/soya puede hacerse para los dos cultivos al momento de aplicación para el trigo. Para P y, preliminarmente, para S, este efecto residual se prolonga en años posteriores a la fertilización como ha sido ampliamente demostrado en diversas zonas del país.

La soya responde muy bien a los efectos residuales de fertilizaciones en cultivos anteriores, más allá de las diferencias en condiciones climáticas entre ciclos, indicarían que la soya estaría respondiendo a la “acumulación” de fertilidad como ya ha sido observado para trigo y maíz en esta misma red de ensayos. Debe aclararse que los tratamientos donde se indica aplicación de N, la misma se realiza solamente cuando se siembran trigo o maíz, la soya de primera nunca recibe fertilización nitrogenada.

En síntesis, la fertilización puede ser una herramienta estratégica para aumentar rendimientos de soya y mejorar la rentabilidad del cultivo. El manejo de la nutrición y fertilización del cultivo puede ser enfocado conceptualmente en el manejo de la nutrición del suelo o de la rotación.

 

 


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