La inestabilidad en los precios del petróleo, los granos y las oleaginosas, se ha convertido en un problema mundial que repercute en el equilibrio entre la oferta y la demanda de estas materias primas;
un problema que responde fundamentalmente a la búsqueda de nuevas fuentes de energía para disminuir la dependencia del petróleo y de nuevas gasolinas que contribuyan a reducir el calentamiento global.
A partir de 2002 la demanda de insumos para la fabricación de etanol (maíz) y de biodiesel (oleaginosas) aumentó considerablemente en Estados Unidos. Siendo el principal proveedor de estos granos a México; desde entonces, empezó la especulación con el precio de los granos y el petróleo, y en enero de 2007 estalló la crisis.
En México, muchos están luchando por el regreso a la autosuficiencia alimentaria fomentando el cultivo del maíz, base de nuestra dieta. Muy bien, pero es necesario pensar también que las oleaginosas son blanco de especulación, porque son materia prima para la fabricación de cientos de alimentos, aceites comestibles y harinas para la producción de pollo, huevo, leche, acuacultura y, por si fuera poco de biocombustibles.
México importa gran parte de las oleaginosas que requiere y, precisamente por ello, debe disminuir el riesgo de entrar en una espiral de precios por abundancia y escasez. La única respuesta posible de protección es con el impulso del cultivo de oleaginosas; en especial, canola, cártamo y soya, plantas muy adecuadas para sembrarse en zonas agrícolas donde el maíz y otros granos tienen muy baja productividad.
Por ejemplo, el cultivo de la canola tiene muchas ventajas agronómicas en los valles centrales del país, porque puede alternarse con otros cultivos que ayudan a romper el ciclo de multiplicación de plagas y malezas, es apto para terrenos con problemas de heladas, granizo y sequía, soporta bajas temperaturas y tiene poco requerimiento de agua. Además, es compatible con la apicultura, una actividad complementaria y rentable con canola.
El cártamo y la soya son otras oleaginosas que deben ser impulsadas. En el caso del cártamo, es importante para las regiones del Noroeste del País en donde el agua es un problema y las cosechas excedentarias de algunos granos generan presiones .nancieras para el gobierno federal. Con apoyos equivalentes o incluso inferiores a los que actualmente recibe el agricultor por los granos que cultiva, con el cártamo se le puede garantizar un ingreso superior al que actualmente recibe. En el caso de la soya, las variedades resistentes a enfermedades desarrolladas por la cadena productiva de oleaginosas, abren un panorama alentador para el Noroeste del País para volver a establecer el doble cultivo: soya-trigo.
Es necesario seguir impulsando el cultivo de oleaginosas con objeto de sustituir las importaciones, disminuir la fuga de divisas y fomentar la agricultura con bajos requerimientos de agua; especialmente en beneficio de los agricultores, la industria alimenticia y del consumidor. Recordemos que tierra, trabajo, capital y tecnología son los factores de producción agrícola que permitirán a México volver a la autosuficiencia alimentaria, tener mayor estabilidad social y frenar la tormenta que se avecina provocada por los energéticos que ya están dentro del binomio, petróleo-oleaginosas.